Si
conocieras cómo sonrío
-generosa, generosa-
y
la forma brutal como cae mi lágrima
borrando
en ácido todo a su paso,
nunca
entenderías este dolor
que
me acompaña siempre.
No
soy nadie.
Un
poco de tinta, una imagen invertida,
unas
comas, y un latido mordido
por
todo lo que sabe
andar
fuera de sus letras.
Tú
haces eso, crear escritos vivos,
y te admiro, y como yo,
debiera
admirarte todo el mundo,
porque
no traes engendros
ni
clavas chinchetas en tableros de corcho
con
cuartillas vacías.
Eres
el poeta,
el
pulso partido,
la
razón sin desequilibrio,
la
voz de las cosas y del instinto.
Nená de la Torriente