jueves, 17 de enero de 2013


Te quiero porque existes 
y no me combates, 
porque te alegran mis alegrías, 
porque me alegran tus alegrías, 
porque eres azul como 
los lagos e infrecuente como 
las edelweiss. 





Te quiero por tu cadencia 
de ser humano,  por ese 
sufrimiento que ya no ocultas, 
por tu desgana,  por tu valor 
y por el frío que atrapa 
tu cabeza en las horas muertas. 
Te quiero desde siempre y para 
siempre,  algo tan natural 
como necesario, 
tan vital como el propio latido 
bombeando los días y sus noches. 
Te quiero porque he nacido 
para encontrarte, 
quizá no para gritarlo, 
pero sí para quererte de este 
modo tan incondicional. 



Nená de la Torriente