Cestas
viejas
con
olor a tierra,
cargan
zanahorias
con
sus penachos verdes,
y
pequeñas caracolas blancas
trepan
por su descolorido mimbre.
Trenzas
de ajos y
de
cebollas rojas
cuelgan
en la pared como tapices,
y
lagartijas mates
serpentean
en las grietas,
jugando
al escondite.
Todo
alrededor juega, hasta el cielo,
que
a simple vista parece dormido
anda
travieso.
Aves
inquietas se persiguen entre
las
nubes lentas,
lentas
como vagones hacia vías muertas.
Todo se mueve.
Nená de la Torriente