Nada
te nombra aquí abajo
donde
sonríen las medusas
el
holocausto de los seres bellos,
nadie
dijo que fueran buenos.
He
rozado a una morena y
¡habla
en swahili!,
sí que es pequeño el planeta,
nos conocemos todos.
La
oscuridad no me asusta,
pero
prefiero buscar la lámpara
de
una luna que revela
el camino hacia una
cueva,
e
imaginarte allá arriba,
peleándote
con las gatas.
Los
bancos de obedientes
se
entremezclan conmigo
y
es como si me vistieran
con
miles de cariños de plata.
A
ratos juego a caerme
muy
hondo, como dormida,
pero
algo tira de mi pelo y me levanta
¡y
doy vueltas y más vueltas!
Es
casi lo mismo que estar arriba,
aquí
hay miles de ojos
que
te observan de noche y de día,
pero
no te pesa la vida
porque ignoras que ya te has ido.
Nená
de la Torriente