domingo, 20 de enero de 2013




Los hospitales huelen a miedo 
no a asepsia. 
El silencio de catedral no 
ayuda mucho, 
las batas todas idénticas, 
las caras de total abatimiento 
de médicos,  celadores,  enfermeras 
-esto lo he hecho mil veces…- 
y las incómodas salas de espera. 
Pero no son santuarios, 
ni cementerios,  
ni un capítulo aparte de dolor 
y ausencia. 
Son sólo comercios con 
otros instrumentos 
-nada musicales-,  y tenderos, 
contratados con más o menos pudor 
no necesariamente amables, 
-que sí deberían, 
porque no tratan con zanahorias, 
ni con alcachofas ni pepinos- 
Los hospitales huelen a miedo 
a imposible condominio, 
a 'hago con usted lo que puedo', 
a perder el control del cuerpo. 
Entiendo a los que quieren 
ir a dolerse en casa, 
lejos del miedo y de las idénticas batas. 


Nená de la Torriente