Los
hospitales huelen a miedo
no
a asepsia.
El
silencio de catedral no
ayuda
mucho,
las
batas todas idénticas,
las
caras de total abatimiento
de
médicos, celadores, enfermeras
-esto
lo he hecho mil veces…-
y
las incómodas salas de espera.
Pero
no son santuarios,
ni
cementerios,
ni
un capítulo aparte de dolor
y
ausencia.
Son
sólo comercios con
otros
instrumentos
-nada
musicales-, y tenderos,
contratados
con más o menos pudor
no
necesariamente amables,
-que
sí deberían,
porque
no tratan con zanahorias,
ni
con alcachofas ni pepinos-
Los
hospitales huelen a miedo
a
imposible condominio,
a 'hago con usted lo que puedo',
a
perder el control del cuerpo.
Entiendo
a los que quieren
ir a dolerse en casa,
lejos
del miedo y de las idénticas batas.
Nená de la Torriente