No
me respires hoy ni mañana
porque
me he ido.
Se
ha ido mi piel y mis huesos
a
la bahía sin nombre.
Ya
no quedan tantas diademas de flores
en
la orilla, ni tantas frases a medias
que
un día desearon ser escuchadas.
No
es el cansancio ni la falta de fe,
es
lo nocturno del día,
que
ha tirado más de mí que lo diurno
de
la noche.
Así
las aves con esos picos aviesos
se
han salido con la suya,
y
me recuentro con los fríos peces.
Yo
que siempre amé a los caballos
en
sus escarpados montes.
Nená de la Torriente