Cuando
caiga el bostezo
no
me dejes hablar tan alto.
Sólo
sostenme el suspiro.
Déjame que escriba sólo
de lo que de verdad
importa,
del
peinado de las nubes,
y
del adusto traje de las rocas.
No
me dejes que piense tan alto
cada
vez que me despierte,
sujétame
los ojos, la lengua,
las
cejas.
Dime, ‘Nená mira el mundo,
tu mundo de imperdibles y fríos,
de balas de plata y mallas mágicas’.
Te
escucharé, lo prometo.
Nená de la Torriente