sábado, 19 de enero de 2013


Como tú y yo ya no quedamos, 
no vamos a negarlo a estas alturas. 
No hay claridad más limpia que 
la que te da un buen tinto 
a esa hora clara del día, 
que amanece un sol dentro de otro. 


Esa luz de carburo en la frente, 
ese punto que está cuando es preciso, 
ese brillo que reconoce el hallazgo 
en otros ojos,  y jamás se extravía. 
Como tú y yo ya no quedamos, 
han debido de abducirlos esos extraños, 
o se han muerto de pena por no verse. 
Y es que para todo en esta vida hay rebaños 
y cada uno busca su apeadero, 
y nosotros no quisimos parar nunca, 
siempre nos fue el traqueteo. 

El corazón demasiado grande 
o el cerebro muy pequeño. 



Nená de la Torriente