lunes, 14 de enero de 2013

(...)



Cuando me pregunto si me he muerto 
no titila ninguna estrella 
y el mar parece una postal. 
Los sonidos, 
amordazados en alguna cueva 
se esconden de mi caracola, 
y ni el llanto viene de visita. 
Ya pasa la media noche 
y me deja ver una farola, 
no siento el frío de la calle. 
Nadie camina. 
Nadie suena. 
Dejan mis manos de escribir. 
No me escucho tras este aliento 
apenas cálido 
que se tropieza con mi pelo. 
Intento hablarle al corazón, 
a veces él sí responde, 
pero también calla. 
Soy esta misma naturaleza despoblada, 
a oscuras,  yacente,  impar y fría, 
calladamente quieta. 
No quiero volver a casa. 



Nená de la Torriente