El
pozo nos vive
sin
mucha exigencia.
Sabemos
que está ahí,
tal
vez lleno o tal vez no
pero
nos asusta su profundidad
y
lo que encontremos.
La
ventana al interior es un viaje
para
muchos angustioso,
y
permanecen a la espera
para
que nadie se acerque demasiado.
Otros
se arriman inconscientes
a
la carrera, y caen precipitándose;
después
no saben salir,
se
enredan en sus propias aguas,
seducidos
por la total incomprensión
de
sus dijes o la fascinante comprensión
de
sus secretos.
Yo
imagino un mundo que comparte pozos
como
quien comparte panes,
y
ensancha prados,
y
elimina del diccionario términos como frontera.
Porque
la intimidad no es más que una pared
en
una casa de vecinos
y
debieron educarnos para vivir en casas sin
muros.
Sólo
una mínima porción de dulce íntimo
sería
razonable.
-Ya,
ya, otra locura más estarás pensando-
Nená de la Torriente