jueves, 31 de enero de 2013


El pozo nos vive 
sin mucha exigencia. 
Sabemos que está ahí, 
tal vez lleno o tal vez no 
pero nos asusta su profundidad 
y lo que encontremos. 
La ventana al interior es un viaje 
para muchos angustioso, 
y permanecen a la espera 
para que nadie se acerque demasiado. 




Otros se arriman inconscientes  
a la carrera,  y caen precipitándose; 
después no saben salir, 
se enredan en sus propias aguas, 
seducidos por la total incomprensión 
de sus dijes o la fascinante comprensión 
de sus secretos. 
Yo imagino un mundo que comparte pozos 
como quien comparte panes, 
y ensancha prados, 
y elimina del diccionario términos como frontera. 
Porque la intimidad no es más que una pared 
en una casa de vecinos 
y debieron educarnos para vivir en casas sin 
muros. 
Sólo una mínima porción de dulce íntimo 
sería razonable. 

-Ya, ya, otra locura más estarás pensando- 



Nená de la Torriente