Mi
poema engorda
como
engorda el ganado con el pasto,
cuando
tú te abres la camisa.
Se
ensancha, cuando se llena de un verbo
que
no es el suyo.
Crece
a la lo alto
como
caracol de goma, cuando habla
tu
fragilidad y se hace espada.
Mi
poema engulle
todas
las cosas buenas
que
salen de tu llaneza
y
se prende en una llama de emoción
sin
techo,
porque
entiende que aún podemos
llamarnos
seres humanos.
Nená de la Torriente