Duda
la duda
si
fue antes ella que la certeza,
y
con una mueca la melancolía
la
destrona
confiando
que su aflicción
tiene
más mérito.
Llega
la soberbia inflamada,
ardiendo
en una crecida llama
y
aparta a la melancolía
sin
miramientos,
que
dolerse lo hacen hasta
las
bestias;
no
duda en mover con disimulo
a
ésta última, la inteligencia,
aprovechando
uno de sus
numerosos
aspavientos.
Tarda
en llegar, a paso lento,
una
harapienta y desconocida,
que
no quiere nada y todo lo ofrece,
que
nadie la entiende y todos rechazan,
pero
que sin quererlo y con el tiempo
le
ceden el trono con pleitesía,
y
no es otra que la ambulante bondad.
Nená de la Torriente