No
puedo descansar de las palabras,
sin
ellas no puedo construir los puentes
y
cruzar los caudalosos ríos,
mis
pies están tan fríos,
tan
mojados,
qué
haría sin ellas ahora que ya es
tan
tarde.
No
puedo vivir sin los verbos
dejaría
de moverme, y
jamás
llegaría hasta tu orilla,
tantas
veces sacrificada.
Me
he abandonado muchas veces,
-me han abandonado-
porque
dejar de luchar es perderme
-perderte-
que
por eso sé que aún no he llegado
donde
se pronuncia sólo mi nombre
a
escasos metros del tuyo.
Y
sé que el verso, en su generosa condición
de
cumbre, encerrará lo que quede
de
ambos
cuando
sea innecesaria la espera.
Nená de la Torriente