En
algún lugar dentro de la mano
escondes
un verbo.
No
dejas que nadie lo vea,
sientes
miedo.
Ella
te dijo 'muéstralo, que
lo
escuchen todos,
que
lo lean todos',
pero
tú viste en ese acto
tu
desnudez.
Las
nubes han ido pasando
mirándote
de reojo,
y
el sol amaneciendo sin reparar en ti.
Tu
puño cerrado, se ha dolido
en
la cerrazón de su gesto
y
ni el calor del astro cuando está alto
consigue
desentumecerlo.
Pero
aún no es tarde
porque
tu verbo no habitó sólo tu mano,
también
tu lengua,
tu
corazón, tu vida,
el
sentido de tu existencia.
Amigo
poeta, ahora puede ser ese momento,
destápalo.
Nená de la Torriente