Aún
con los ojos cerrados
puedo
oler a hierba recién cortada,
apilada
con el rastrillo viejo.
Llenar
mis labios de ti
con
los versos que todavía no has escrito.
Emborracharme
del mejor vino
sin
vino ni vasos de barro, y
sentir
un maretazo de placer de pies a nuca
sin
tacto alguno.
Aún
puedo hacerlo,
cómo
aún puedo sentir como llega la muerte
despacio
a cubrirme los ojos,
y
taparme la voz y ligarme las manos
suspendiéndome
el pelo en miles de hilos secos,
en
el silencio de cualquier tarde.
Si
aún es pronto,
pero
en cualquier momento
será a deshora ¡ven corriendo!
O
déjame entrar ya en tu pecho.
Nená de la Torriente