domingo, 31 de enero de 2016


A caso cuando yo me quede 
en vísperas de todas las vísperas, 
alguien estará doblando campanas 
al otro lado del precipicio. 

Cuánto me ha pesado la melancolía 
  deformando en humedades todo 
con verdes hongos en crecida, 
plegándose a los hombros
como un abriguito corto y descosido.

Suyo es ese olor a tierra que no avanza
en estanque de lodos. 

Es posible que los del pico de ave 
me digan que me ennegrezco 
¡Y qué!

Tú vas a seguir medrando 
y levantarás las palmas al sol 
con todos los dedos, 
auténticas marionetas vivas. 

Dios a zancadas de enero 
anda sobre maleza ardiendo, 
y el aire huele a mar y a pinos 
y a campos de hierba alta. 

Todo está aún por hacerse 
que no nos mientan. 



Nená de la Torriente

domingo, 24 de enero de 2016

A pesar de todo 
somos diminutos puntos de luz 
en montes de cemento, 
cuerpos de texto 
y frases de despedida 
que sólo leerán unos pocos. 

Parpadear es nuestro final 
laudatorio.
No agotar el perfume rozagante 
de nuestra propia vitalidad. 
Ser en nuestra escasez, 
lo mejor posible. 

Te burlas de mi 
cuando hablo de lo encomiable 
de expiar alientos, 
de abrir maletas a estados 
sin inventario, 
de aceptar lo inevitable. 
Te resulta insultante. 

¡Todo lo que tenemos es la vida! 
-me gritas- 

¿Pero a caso sabes tú 
todo lo que tenemos? 

Somos diminutas ventanas encendidas 
en la noche, 
exquisitas también en su exigüidad. 


Nená de la Torriente

viernes, 22 de enero de 2016


Era irregular regar la luna  
-me lo advirtieron-, 
pero me empeñaba en que nacieran 
flores de almendro. 
Irregular la sonrisa 
cuando el dolor alcanzaba 
al hueso. 
El que es feliz vive más años  
-pensaba-
Me advertían que el amor 
no se domeña con el verbo, 
pero desistía en su empeño 
de que el tiempo era el patrono 
de las últimas verdades 
llevadas a juicio 
¿No era acaso la caricia una palabra? 
¿Un beso no era una medida de afecto? 
¿A qué apuntarle razones a los minutos 
si sólo dan garantía de costumbre ganada? 
Tú y yo podemos regar la luna. 
¡Tú y yo podemos ser libres   
sin ser una retórica salvaje! 
Y acaso en algún desertar 
si te faltara 
te serviría de empujón de puerta, 
de fe sin apellidos, 
de hoja de almanaque 
enfadada consigo misma, 
y te haría doblar distancias, 
ser amor imperativo 
que no conoce límite 
para el que busca el perdón, 
por no haber sabido vivir 
desde y para siempre. 
¡Házme un sitio ya! 
¡Ráptame, no me indultes ni la tós,
hazme ser,
no un futuriquécuán?!  


Nená de la Torriente 

domingo, 10 de enero de 2016



Tendrían que habernos avisado 
de lo cruel que es la villanía, 
del disfraz del ángel, 
de las trampas del destino, 
del continuo vaivén de la sorpresa 
del mismo modo 
que la Belleza nos asalta cada día, 
exquisita a menudo, 
como poderosamente indigesta 
para un corazón debilitado. 
Tendrían que habernos hecho mapas sencillos, 
haber dejado muescas en las piedras, 
dibujos entre las ramas más viejas 
de las encinas centenarias 
a este lado del dique de las aguas; 
Tablas ayudando a que la memoria 
no se enterrara en la nieve, 
cláusulas en la semilla 
donde el ser humano nace diminuto 
como esperma aún mucho más dulce. 
En cambio llegaron de todas partes  
a decirnos qué hombres eran valiosos, 
apuntando quiénes podían superar qué pruebas 
o de qué precipicios iban 
-irremediablemente-
a caerse, 
y llegaron con apellidos similares 
imponiéndonos lo que era más correcto, 
lo que era mejor y más oportuno. 
Sometieron al mundo, 
le quitaron el color, 
la palabra, 
su lenguaje y comunión natural. 
Confundieron al pequeño llamándole débil, 
amordazaron al gentil y al que sueña, 
y comenzaron a construir con celo 
un imperio absurdo 
de superfluidades. 



Nená de la Torriente

viernes, 8 de enero de 2016

  ELLAS



Importa si las letras se escriben 
en esta caja o en otra más cercana, 
oscura, ya sin zapatos 
despejada de pasos 
y de un camino soleado, 
sin rumor de mundo 
sin impiedad ni clemencia. 
En esa tan de adentro 
nadie va o viene a verlas 
ni conoce el estado de sus cosas; 
pueden toser y no resfriarse 
o ser no pareciendo las mismas. 
Hablan al corazón,
le confiesan, le suplican  
con un lenguaje único, 
uno que sólo conoce él 
en su oscuridad granate. 
No hay sentencias 
ni se les exige. 
Quieren que se les extrañe 
y que una incógnita 
pueda acariciar sus talones 
y a todas sus vocales ignotas, 
pero el NO también llega 
a las dormidas, 
inocentes del todo, 
cuando desean despertar sueños 
de una intimidad más rabiosa. 


Nená de la Torriente