en esta caja o en otra más cercana,
oscura, ya sin zapatos
despejada de pasos
y de un camino soleado,
sin rumor de mundo
sin impiedad ni clemencia.
En esa tan de adentro
nadie va o viene a verlas
ni conoce el estado de sus cosas;
pueden toser y no resfriarse
o ser no pareciendo las mismas.
Hablan al corazón,
le confiesan, le suplican
con un lenguaje único,
uno que sólo conoce él
en su oscuridad granate.
No hay sentencias
ni se les exige.
Quieren que se les extrañe
y que una incógnita
pueda acariciar sus talones
y a todas sus vocales ignotas,
pero el NO también llega
a las dormidas,
inocentes del todo,
cuando desean despertar sueños
de una intimidad más rabiosa.
Nená de la Torriente
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