viernes, 22 de enero de 2016


Era irregular regar la luna  
-me lo advirtieron-, 
pero me empeñaba en que nacieran 
flores de almendro. 
Irregular la sonrisa 
cuando el dolor alcanzaba 
al hueso. 
El que es feliz vive más años  
-pensaba-
Me advertían que el amor 
no se domeña con el verbo, 
pero desistía en su empeño 
de que el tiempo era el patrono 
de las últimas verdades 
llevadas a juicio 
¿No era acaso la caricia una palabra? 
¿Un beso no era una medida de afecto? 
¿A qué apuntarle razones a los minutos 
si sólo dan garantía de costumbre ganada? 
Tú y yo podemos regar la luna. 
¡Tú y yo podemos ser libres   
sin ser una retórica salvaje! 
Y acaso en algún desertar 
si te faltara 
te serviría de empujón de puerta, 
de fe sin apellidos, 
de hoja de almanaque 
enfadada consigo misma, 
y te haría doblar distancias, 
ser amor imperativo 
que no conoce límite 
para el que busca el perdón, 
por no haber sabido vivir 
desde y para siempre. 
¡Házme un sitio ya! 
¡Ráptame, no me indultes ni la tós,
hazme ser,
no un futuriquécuán?!  


Nená de la Torriente 

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