Era irregular regar la luna
-me lo advirtieron-,
pero me empeñaba en que nacieran
flores de almendro.
Irregular la sonrisa
cuando el dolor alcanzaba
al hueso.
El que es feliz vive más años
-pensaba-
Me advertían que el amor
no se domeña con el verbo,
pero desistía en su empeño
de que el tiempo era el patrono
de las últimas verdades
llevadas a juicio
¿No era acaso la caricia una palabra?
¿Un beso no era una medida de afecto?
¿A qué apuntarle razones a los minutos
si sólo dan garantía de costumbre ganada?
Tú y yo podemos regar la luna.
¡Tú y yo podemos ser libres
sin ser una retórica salvaje!
Y acaso en algún desertar
Y acaso en algún desertar
si te faltara
te serviría de empujón de puerta,
de fe sin apellidos,
de hoja de almanaque
enfadada consigo misma,
y te haría doblar distancias,
ser amor imperativo
que no conoce límite
para el que busca el perdón,
por no haber sabido vivir
desde y para siempre.
¡Házme un sitio ya!
¡Ráptame, no me indultes ni la tós,
¡Ráptame, no me indultes ni la tós,
hazme ser,
no un futuriquécuán?!
no un futuriquécuán?!
Nená de la Torriente
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