A
pesar de todo
somos
diminutos puntos de luz
en
montes de cemento,
cuerpos
de texto
y
frases de despedida
que
sólo leerán unos pocos.
Parpadear
es nuestro final
laudatorio.
No
agotar el perfume rozagante
de
nuestra propia vitalidad.
Ser
en nuestra escasez,
lo
mejor posible.
Te
burlas de mi
cuando
hablo de lo encomiable
de
expiar alientos,
de
abrir maletas a estados
sin
inventario,
de
aceptar lo inevitable.
Te
resulta insultante.
¡Todo
lo que tenemos es la vida!
-me
gritas-
¿Pero
a caso sabes tú
todo lo que tenemos?
Somos
diminutas ventanas encendidas
en
la noche,
exquisitas
también en su exigüidad.
Nená
de la Torriente
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