sábado, 31 de diciembre de 2011

-Antes de que den las doce-

Acuérdate de mí 
amigo tímido, 
del lago y de tu disfraz 
de medusa. 
Estés donde estés, 
con tus padres,  con tus suegros, 
con tus gatos,  con tus perros, 
en tu cielo o en tu infierno. 
Acuérdate de mí, 
seas quien seas. 


Recuerda que tienes mi hombro 
donde apoyar tu mejilla, 
si andas cansado, 
si estás contento, 
o si quieres hiparme 
porque tienes una cuita. 
Yo trazo tu hombro en la pared 
y busco la sombra de mi cabeza 
para posarla en él, 
y detallarte mi mundo. 
Acuérdate de mí 
amigo tímido, 
como yo te recuerdo. 




Nená
-Que no os robe lo celeste,  la vanidad o la búsqueda de otras grandezas-


‘Esbelta línea 
que separa dos mundos, 
el mío y el vuestro’  
-pensó el poeta-.  

Y en ese lance inició 
la despedida. 





No se dio cuenta de que su furgón 
partía tardo,  pero sin desvíos, 
se desvinculaba de lo efímero, 
el caldo suculento y nada insípido. 
Caminaba hacia lo etéreo, 
ligeramente soporífero. 
Perdió la cuenta de la arruga, 
de la herida,  la vaina y de la entraña, 
y se adentraba en el nimbo de los puros, 
en la virginidad del otro mundo. 
Compuso su epitalamio 
para afianzar sus lazos. 
Él era especial,  un poeta, 
un ser extraordinario, 
y perdió la perspectiva 
de sus mapas reconocibles, 
de sus dedos,  de sus labios, 
hasta rebautizarse en un ser nimio. 
Nadie fue a rescatarlo. 
Nadie. 




 Nená

-Despide el año 
con una ilusión franca, 
con el corazón lleno. 
Y quema todo lo que no te sirva- 

Miro al mar, 
y no me caben más nombres  en la boca, 
que estéis bien,  todos muy bien, 
que la sonrisa os llegue sin arte de magia. 
Un pozo de mimos extra,  que siempre faltan, 
y menos preocupación que con ocuparse, 
el -pre se nos cuelga. 
Arrugaros por dar cariños, 
no por exceso de etílico, 
ni por penas. 
Ninguna deuda de amor, 
son malas paradas de tren. 
Ningún te debo porque dijiste, 
porque estuviste.  
Sólo te quieros, 
te quieros sinceros, 
afectuosos te quieros, 
que nada tienen que ver 
con esa idea romántica del amor verdadero. 
Somos seres humanos que se tienen ley. 




Nená

Algunos hacen acopio de botellas 
de plástico azules, 
otros de piedras blancas 
de distintos tamaños. 
Las formas y maneras 
del que colecciona  compulsivamente 
son de lo más curioso. 



Mis hermanos coleccionaban chapas 
para jugar con ellas, 
yo alfileres de cabeza redonda, 
para jugar con otras niñas. 
¿Qué hacer con algo que acumulas 
y no sirve para nada? 
Y no hablo de sellos,  ni otras cosas 
con un cierto valor implícito 
-sea histórico o de otro tipo- 
Algún visionario dirá,  esto es una 
‘manifestación artística’,  y una hilera 
de pretendientes a visionarios,  contestará: 
‘Amén’
Un psiquiatra podrá verlo de otra forma, 
como un síntoma que puede precipitar 
una enfermedad. 
Cada cual verá el acopio a su manera, 
dependiendo de muchas variables. 
Pero algo sí es común en todas: 
Siempre estamos expuestos a los ojos 
del mundo, 
no somos nadie ¿te das cuenta? 
Todos hablan, 
y no siempre se tiene derecho a réplica, 
por eso es mejor escuchar a medias, 
con una oreja al norte y la otra al sur.  





Nená

Son las cuatro de la mañana. 
La cama me ha dicho ‘vete’. 
Tendré que reconquistarla 
o acercarme de puntillas 
por el lado de la ventana, 
y cuando esté distraía 
zambullirme bajo el edredón  despacio, 
sin que se dé cuenta. 
No es la primera vez que me  echa, 
le molesta mi pelo  enmarañado, 
y que dé tantas vueltas, 
y que escriba en las sábanas, 
y que encienda y apague la luz tanto
para sacar un par de libros
que duermen debajo de ella. 
Llega a un punto que me grita, ‘largo, 
si no quieres dormirte sobre mí te marchas’, 
y lleva toda la razón, 
es una cama muy sensata. 
Ya me he tomado un té, 
se me han congelado los pies, 
pero aún tengo los ojos 
de lechuza despierta, 
si me presento así 
es capaz de hacerse un nudo 
antes de que la invada. 
Los muebles de mi casa 
tienen personalidad propia, 
les he dado demasiada libertad 
y éstas son las consecuencias. 


Nená

viernes, 30 de diciembre de 2011


Una isla dentro de otra, 
¿no somos eso? 
Estamos dentro sin ser lo mismo, 
siendo parte indiscutible,
pero no colonizados. 
Algunos si se sienten  dominados, 
atrapados y amarrados a un destino. 
Yo no creo en el destino, 
los amarres se rompen 
del mismo modo que se ensogan. 
Si no te sujetas a tu isla 
¿qué te queda? 
Un montón de conchas 
-cascaretas- 
de una costa en común, 
y vagos recuerdos 
que nunca sabrás con certeza 
hasta qué punto fueron tuyos. 
No es disociarte,  ni aislarte 
de los otros. 
Es no alejarte de ti,  ni distanciarte 
de las cosas 
que hacen que seas como eres 
cada día distinto,  nuevo, 
cambiante,  flotante, 
como esa isla que eres 
dentro de otra isla mayor. 




Nená


Tanta protección por fuera, 
una armadura a ojos vista. 
El yelmo,  con su cimera, su visera y su gola, 
tu mente nunca será invadida. 




Tu cuerpo protegido con  hombreras y espaldar, 
y tus piernas para correr lento, 
pero no ser herido, 
con rodilleras, 
grebas y escarpes. 
De nada te sirve, mírate. 
Pon las vallas que quieras, 
pero tienes el corazón desprotegido, 
un hueco enorme por donde pasar, 
y anidarte dentro. 
Sólo anima al ladrón aquello que se anda 
protegiendo, 
abre la cancela, 
puede que así no te asalten. 





Nená


Quién le iba a decir a esta piedra, 
que llegaría un hombre 
con pantalones anchos,
el pelo alborotado
y que la rasparía de musgo 
y de humedades.  
Que esperaría al sol del mediodía, 
un día, dos días, 
y al tercero la pintaría de azul entera. 
No contento con su proeza, 
dibujaría un galgo,  y para hacerlo más imperial 
alzaría sus bellas orejas -perfilaría a Anpu,  
más tarde Anubis-, 
y así acercaría Egipto a estas costas. 
Si te acercas y colocas tu oreja 
aún puedes oír bajito 
una voz tenue que sale del interior de la piedra
exclamando, 
¡quién me iba a decir a mí!





Nená

jueves, 29 de diciembre de 2011


Heridos,  rotos a media altura 
sin saber qué hacer, 
ni cómo enfrentarse a todo. 
Se apoyan en pedazos de otros 
y se unen al mundo 
para pasar desapercibidos. 
No cuentan,  no dicen, 
nadie sabe,   sonríen. 
El grupo les acoge 
con la naturalidad 
de la suma,  sin mirar las cruces, 
sin mirar detrás de las puertas.  



Con el tiempo se les olvida, 
olvidan que son mitades, 
fracciones,  fracturas y no sé 
si es bueno que olviden, 
-o tal vez sí- 
porque se venden como enteros, 
y en realidad no es cierto. 
Son maravillosas fracciones, 
deliciosos y complicados rotos, 
Pero nunca totales y completos. 
Están lesionados y señalados 
por un pretérito 
que siempre llevan a cuestas. 




Nená

Desgraciadamente las personas 
no crecemos al mismo ritmo, 
ni en la misma dirección, 
por eso hay tantos amigos perdidos 
y tantas parejas rotas. 
En un punto exacto de la vida 
hay un nexo perfecto, 
como dos chimeneas con el mismo tiro, 
con el mismo viento  
y con un precioso humo paralelo. 
Pero la naturaleza es cambiante, 
nos somete a circunstancias comunes  
la mayor parte de las veces, 
y las enfocamos con visiones distintas  
porque somos complejos. 
Hay seres humanos 
que no soportan la diferencia, 
y al primer quiebro,  dan la zancada. 
Otros se sienten chimenea,  clavada en tierra, 
y aunque se crucen sus humos 
se mantienen firmes. 
Un poco intoxicados,  con algo más de tos, 
pero al lado de su otra chimenea 
también saturada por un humo que no es el suyo. 
Así es el mundo de los fogones, 
unos se van, 
y otros se quedan. 


-Parece simple,  pero no lo es-



Nená

-Sin ánimo de ofensa alguna-

Queda tanto por mirar 
después de haber visto, 
que me duelen los ojos. 
Todo me fascina,  cada elemento 
pequeño o grande,  que nace al cobijo 
de cualquier cosa,  sin el auxilio ni el panfleto 
bajo el brazo, ni la lección  aprendida. 
-Que siempre se dijo pan, de hecho- 


No nos gritan que tienen las zapatillas rotas, 
ni que el gobierno esto,  ni que lo otro. 
Porque  para ser hermoso o atractivo 
al poeta, 
no es necesario que sea  políticamente activo, 
de ser así no sería poeta,  sólo un plumilla 
o bien un plomazo 
-que suelen ser los que usan el verso 
para escribir la octavilla- 
Queda tanto por mirar 
después de haber visto tanto, 
que la vida se debe enojar con nosotros,  
por ser tan obstinadamente invidentes. 




Nená

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Te contaría 
cómo entran esas notas en mi cuerpo, 
y calan y se funden,  y resbalan  y se estiran,  
y cambian  y caen,  como las olas rompen  en la roca. 
Así me siento. 
Invadida,  colmada con esa música, 
atropellada,  besada, amada,  deshauciada  
por obligada necesidad de espacio y de sentido. 
Es confuso,  lo sé. 
Es un baile perfecto de falda amplia, 
de delirio a espuertas, 
donde ella me acomete,  me conquista, 
me saquea,  y me vacía, 
y abandona su cadencia 
por la punta de mis dedos 
con pequeñas sacudidas; 
como parte en hileras de sal 
la espuma del mar, 
después del barrido de una enorme ola. 





Nená


Qué reviente el frío 
con una enorme taza de té caliente. 
Crujirá sobre el suelo 
como un cristal hecho añicos,  
y alrededor de la taza 
un enorme cerco de abandono 
huyendo hacia el cielo. 


Venid vagabundos y mendigos, 
cariñosos perros callejeros. 
La taza estará caliente día y noche 
y vuestros delgados dedos,  también. 
Así veréis el camino, 
el tumbado pino que hace un codo, 
el empedrado dulce 
que busca vuestros 
pies dormidos, 
y al fondo el mar 
lleno de esperanzas. 



Nená

En ese rincón mágico me diste un beso, 
no sé si fue el olor de las flores 
o la espesa espuma de las  cervezas. 
Los ingleses de antes eran bajitos, 
no cabías por la puerta; 
yo quise tocarlo todo, 
mesa,  silla,  tabiques,  paredes, 
mis manías –ya sabes-. 
Me gustan las mejillas sonrosadas,  
me recuerdan a Heidi, 
y esa forma de enseñar los dientes 
bonachona y espléndida. 
Creo que el mundo debe,  por mandato, 
reírse más,  o ser asignatura en el colegio. 
Cada día somos más grises, 
obtusos,  bruscos y enojosos. 
Se nos olvida lo bellos que estamos 
enseñando los dientes, 
de esa forma tan bonachona y espléndida. 



Nená

martes, 27 de diciembre de 2011




Si cuando despierte 
has sido un sueño, 
te negaré como sueño. 
Serás para mi real como 
las cosas reales. 




Ya no podría estar sin 
lo que no sé de ti 
y lo que advierto, 
y sin esa inyección  
en vena de tus versos,  
que amotinan mi sangre 
para sobrevivirme. 
Todo tiene su lugar 
y el lugar es este. 
La naturaleza entera 
busca consonancia, 
coloca a cada uno 
en su territorio. 
Yo devoro versos 
como los tuyos  
para no morirme, 
y si no lo hiciese 
fallecería de hambre. 
Verás hombres encorbatados 
entre edificios, 
patos sobre lagos en su sosiego, 
con un poco de suerte duendes 
a los pies de las acacias. 
Todo está en su sitio, 
y tú nunca podrás ser un sueño. 

   


Nená

Con las sobras de pan 
haréis pasteles, 
Con un trozo de tela 
un traje de rey. 
El hombre del mercedes 
estará comprometido, 
quizá es más pobre que vosotros. 
Tanto tienes tanto necesitas, 
es una escalera de proporciones. 
Si tienes diez te hipotecas en veinte, 
si tienes uno te hipotecas en dos,  
y si no quieres tener,  sólo vives. 
Un poco de pan en la mesa 
y migas con las que harás pasteles, 
una cama caliente,  y mimo, 
mucho mimo, 
que es el auténtico hambre 
del hombre feliz. 



Nená



No soy un número, 
ni un monigote boca arriba 
que se coloca el lápiz como  un coletero. 






Me desahogo,  es cierto,  escribo como 
hablo,  deprisa,  porque si no estaría 
hablándole a las paredes, 
y son más dóciles las teclas 
que mis vecinos. 
Ya sé que por contar no es, 
es por salir de mí un rato 
y volver con un lazo si es preciso, 
que más parece un problema neuronal 
que una visión artística 
con tintes románticos. 
Si me miro de cerca y veo 
estas manos tan blancas, 
a veces pienso que no son mías, 
¿de quién esas uñas? 
¿De quién esos dedos? 
Parecen soldados que conocen caminos 
que yo desconozco, 
y en cierta medida me irrita. 
Teclean,  una y otra vez,  y parecen libres 
de general y mando. 
‘Estaros quietas por hoy’,  les digo, 
y se acurrucan en mi cuerpo. 
Enseguida salen de su cálida cueva 
y preparan té, y bizcochos, y hacen cosas,  
muchas cosas,  pasan las hojas de los libros 
con la desvergüenza de los muy conocidos. 
Hasta que caen rendidas y 
buscan acurrucarse entre mis brazos, 
y yo caigo con ellas, 
y ambas nos dormimos. 



Nená