No sabía sumar más de tres versos,
pero con dos palabras hacía ya un poema.
Tenía el arte en la punta de los dedos
y burlonamente se dibujaba como un roce,
como un con querer sin sacrificio.
Nacían como si existiera el destino,
sin un parto previo,
ya floradas, previstas, hechas de siglos,
maduras y graves,
con el peso de las cosas
que sólo saben los genios.
Mirarle coger un lapicero
era ser testigo de un prodigio,
sólo dos palabras,
si tres, la locura,
si llegaba al verso, el pulso se escapaba
del cuerpo.
Nunca pasaba de tres versos,
era innecesario, y siempre decía:
'Si es poesía, más ya no puedo'.
Nená
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