cómo entran esas notas en mi cuerpo,
y calan y se funden, y resbalan y se estiran,
y cambian y caen, como las olas rompen en la roca.
Así me siento.
Invadida, colmada con esa música,
atropellada, besada, amada, deshauciada
por obligada necesidad de espacio y de sentido.
Es confuso, lo sé.
Es un baile perfecto de falda amplia,
de delirio a espuertas,
donde ella me acomete, me conquista,
me saquea, y me vacía,
y abandona su cadencia
por la punta de mis dedos
con pequeñas sacudidas;
como parte en hileras de sal
la espuma del mar,
después del barrido de una enorme ola.
Nená
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