No hay reseca,
sólo la evidencia clara
de una edad imprecisa
que le duele el espacio que ocupa.
Y aquello que anduve
olvido con vehemencia,
cada siete de la mañana.
Pero cuando los rayos de luz
se cuelan, como alfileres,
sobre mi tazón de café,
sufro de amnesia,
e imagino que llevo dos trenzas.
La boca toma el regusto del chocolate
y del turrón con castañas,
y sonrío.
La vida es demasiado hermosa,
y algunas demasiado acéfalas
para irla ignorando.
Nená
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