Heridos, rotos a media altura
sin saber qué hacer,
ni cómo enfrentarse a todo.
Se apoyan en pedazos de otros
y se unen al mundo
para pasar desapercibidos.
No cuentan, no dicen,
nadie sabe, sonríen.
El grupo les acoge
con la naturalidad
de la suma, sin mirar las cruces,
sin mirar detrás de las puertas.
Con el tiempo se les olvida,
olvidan que son mitades,
fracciones, fracturas y no sé
si es bueno que olviden,
-o tal vez sí-
porque se venden como enteros,
y en realidad no es cierto.
Son maravillosas fracciones,
deliciosos y complicados rotos,
Pero nunca totales y completos.
Están lesionados y señalados
por un pretérito
que siempre llevan a cuestas.
Nená
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