Lleno el manillar,
la bicicleta llena.
Toda su vida cargada a cuestas,
hacia abajo, hacia arriba, en llano,
nada se olvida, nada se queda
en la calzada.
Un sitio piden sus cosas,
y a un buen lugar siempre se agarran.
Una garrapiñada de colores
como un corazón abarrotado,
siempre al sol del mediodía,
deambulando cada minuto del año.
La palma abierta
de un incógnito indigente
que se sabe el príncipe del mundo.
Nená
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