Dame un día de un par de horas,
un lecho de flores amarillas
y te contaré mis secretos.
No podrán ser todos,
porque una vida entera
esconde muchas guaridas,
y la gubia ha ido curvando
las puertas
para que cueste reconocerlas.
Si no quieres mis confidencias,
te cambiaré tu lecho
por páginas en blanco,
y escribirás tú sobre ellas.
Te daré talones de mi tiempo
para que hagas de mi lo que quieras.
Puedo ser tu fiel escudera,
la que lacre tus versos,
el perdón de tus pecados
o la mayor de tus flaquezas.
Piénsalo bien,
tengo muchos, muchos secretos.
Nená
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