viernes, 30 de diciembre de 2011


Quién le iba a decir a esta piedra, 
que llegaría un hombre 
con pantalones anchos,
el pelo alborotado
y que la rasparía de musgo 
y de humedades.  
Que esperaría al sol del mediodía, 
un día, dos días, 
y al tercero la pintaría de azul entera. 
No contento con su proeza, 
dibujaría un galgo,  y para hacerlo más imperial 
alzaría sus bellas orejas -perfilaría a Anpu,  
más tarde Anubis-, 
y así acercaría Egipto a estas costas. 
Si te acercas y colocas tu oreja 
aún puedes oír bajito 
una voz tenue que sale del interior de la piedra
exclamando, 
¡quién me iba a decir a mí!





Nená

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