Dicen los abuelos
que la niebla es el aliento
de la tierra.
Pongo el oído por si se les escapa
algún murmullo,
algo interesante y revelador,
y cierro los ojos.
Cien gotitas de agua
se posan en mi pelo,
queriendo escuchar
mis pensamientos.
Ambos mundos en vigilancia muda.
Abro la boca e inspiro,
inspiro bien fuerte.
Ahora atesoro sus confidencias,
claro que, la tierra,
también las mías.
Ya hemos hecho un intercambio
-desnivelado, sin duda-
Está claro que no nací
para agente de la C.I .A.
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