sábado, 31 de diciembre de 2011

-Que no os robe lo celeste,  la vanidad o la búsqueda de otras grandezas-


‘Esbelta línea 
que separa dos mundos, 
el mío y el vuestro’  
-pensó el poeta-.  

Y en ese lance inició 
la despedida. 





No se dio cuenta de que su furgón 
partía tardo,  pero sin desvíos, 
se desvinculaba de lo efímero, 
el caldo suculento y nada insípido. 
Caminaba hacia lo etéreo, 
ligeramente soporífero. 
Perdió la cuenta de la arruga, 
de la herida,  la vaina y de la entraña, 
y se adentraba en el nimbo de los puros, 
en la virginidad del otro mundo. 
Compuso su epitalamio 
para afianzar sus lazos. 
Él era especial,  un poeta, 
un ser extraordinario, 
y perdió la perspectiva 
de sus mapas reconocibles, 
de sus dedos,  de sus labios, 
hasta rebautizarse en un ser nimio. 
Nadie fue a rescatarlo. 
Nadie. 




 Nená

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