Cincuenta metros de calle,
poco más semejaba,
me dabas la mano,
yo la aferraba.
Al llegar a la esquina
mi pecho en tu pecho,
sin despedida.
Arrimé la nariz a tu mejilla
para que me robases un beso,
si no lo hacías no importaba,
estaría ahí, siempre contigo,
con una enorme sonrisa.
Desperté.
Los sueños poseen una magia
distinta.
Nená
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