martes, 27 de diciembre de 2011




No soy un número, 
ni un monigote boca arriba 
que se coloca el lápiz como  un coletero. 






Me desahogo,  es cierto,  escribo como 
hablo,  deprisa,  porque si no estaría 
hablándole a las paredes, 
y son más dóciles las teclas 
que mis vecinos. 
Ya sé que por contar no es, 
es por salir de mí un rato 
y volver con un lazo si es preciso, 
que más parece un problema neuronal 
que una visión artística 
con tintes románticos. 
Si me miro de cerca y veo 
estas manos tan blancas, 
a veces pienso que no son mías, 
¿de quién esas uñas? 
¿De quién esos dedos? 
Parecen soldados que conocen caminos 
que yo desconozco, 
y en cierta medida me irrita. 
Teclean,  una y otra vez,  y parecen libres 
de general y mando. 
‘Estaros quietas por hoy’,  les digo, 
y se acurrucan en mi cuerpo. 
Enseguida salen de su cálida cueva 
y preparan té, y bizcochos, y hacen cosas,  
muchas cosas,  pasan las hojas de los libros 
con la desvergüenza de los muy conocidos. 
Hasta que caen rendidas y 
buscan acurrucarse entre mis brazos, 
y yo caigo con ellas, 
y ambas nos dormimos. 



Nená

2 comentarios:

Háblame