El cazador olvida
que el aspecto de la pieza
no siempre acompaña a su carácter.
Hay piezas
que han conocido muchas escopetas,
y conocen estrategias
fuera y dentro del fuego.
Otras colmadas de colmillos
están saturadas de inocencia,
y no siempre se acierta
si la vanidad obtura
la táctica del trampero,
o del que lleva el armamento.
Hombre y mujeres se pierden
en una burbuja de jactancia
sin olores –afortunadamente-,
y es una lástima.
Primero tómense el pulso
antes de tomárselo a otros,
o tendrán todas las de fallar el tiro.
Para ser cazador primero
hay que dejarse cazar,
de algún otro modo.
Nená
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