-Un poco de kimono chino en estas fechas-
Poco a poco,
una taza de arroz, un guiño,
vendo una Navidad eterna
hasta el día que nos fuguemos
de este mundo.
Hay tres cosas para tirar sin demora:
El egoísmo, del que nacen
otros pupilos,
los celos es uno de ellos.
¿Quién no ha visto a la Hidra de las siete cabezas?
-La temida mujer celosa-
Es un monstruo anti navideño.
El que no quiere tanto para sí, se siente aliviado,
aligerado, le cabe más alegría en el cuerpo.
La envidia, terrible envidia.
¿Cómo se puede desear lo que otro tiene
sólo porque no sea de uno?
Así se mal vive, a la basura.
El otro a su casa y tú a la tuya.
El complejo.
Este tiene capítulo aparte, porque le salen ramas
hasta debajo de la tierra.
El complejo hace que un ser humano normal
-si es que de esos haylos-
se convierta en una fiera, en un ser vil,
se encumbre hasta la luna
y se crea el propio Dios repartiendo estrellas,
y así la Navidad es complicada.
¿Cómo abandonar el complejo?
Esperando que te abandone a ti,
pero mientras tanto
mejor mantenerlo disimulado
con una sábana negra,
para que el que se acerque se sienta cómodo,
y podáis ambos compartir.
Un poco de esfuerzo, una sonrisa abierta,
nunca un exceso de palabras,
un gesto de ensayo de intenciones
-bastará por el momento-.
Si no hay nada bueno que decir
boca enhebrada,
si lo hay,
boca enormemente abierta.
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame