Qué alboroto,
ya hace rato que golpean
la puerta.
Es agobiante querido
que no se vayan,
que no desaparezcan.
¿Lo oyes?
Siguen llamando,
no tienen vergüenza.
Este atropello de ir de casa
en casa, y creerse con el derecho
de ser atendidos,
seres incómodos por naturaleza.
Son los niños, sólo niños,
que han entrado en el cementerio
y juegan a la pelota.
Han golpeado tu lápida,
la de Doña Pilar,
y el gran búcaro de flores del pórtico.
Cariño, no te enojes,
sigues igual que siempre.
-Francamente, espero que al morir se descanse-
Nená
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