Dividimos la estación en dos:
Yo me quedo con el andén de las idas,
el resto con el andén de las vueltas.
Estoy cansada de volver en derrota,
negando el vuelo,
como un acto demasiado exquisito.
Prometo no escribir en bolígrafo
sobre las sábanas,
cuando llega la noche.
Usaré la grabadora aunque me moleste
-mi voz suena a la de una pobre rusa
sin calcetines de lana-
No va a nevar más sobre esta isla,
ni lloverá sobre mis labios.
Se acabó.
Tomo el tren de media noche
sin destino,
como siempre solía viajar.
Sin mochila, con lo puesto,
y con un billete del último tren
para cabecear a gusto.
Nená
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