martes, 8 de enero de 2013




Ya sea en el sudor de dos cuerpos, 
ya en el atropello del deseo, 
la suma se convierte en multiplicación 
por arte de magia. 
La alquimia del sexo,  con su poderosa 
jerarquía, 
va trepando lo imaginado y lo real 
con garras de gárgola, 
consume,  deshidrata,  desata infiernos o 
amarra edulcorados empíreos. 
Trastorna y derriba, 
como un caza haciendo una exhibición 
de vuelo, 
hasta que toca el suelo 
y la enorme llamarada 
-sorprendente siempre-, 
se la lleva el voraz tifón. 



Nená de la Torriente