Ya
sea en el sudor de dos cuerpos,
ya
en el atropello del deseo,
la
suma se convierte en multiplicación
por
arte de magia.
La
alquimia del sexo, con su poderosa
jerarquía,
va
trepando lo imaginado y lo real
con
garras de gárgola,
consume, deshidrata, desata infiernos o
amarra
edulcorados empíreos.
Trastorna
y derriba,
como
un caza haciendo una exhibición
de
vuelo,
hasta
que toca el suelo
y
la enorme llamarada
-sorprendente
siempre-,
se
la lleva el voraz tifón.
Nená de la Torriente