sábado, 19 de enero de 2013



La llamaban Tierra. 
Tenía una desorganizada 
organización de sí misma. 
Su mayor trabajo era un tal Hombre, 
siempre enredándolo todo. 





Un día talaba los árboles,  otro 
barría las zonas de costa y jugaba 
a las casitas o andaba echando 
basura en los océanos. 
Los otros miembros de su 
desorganizada organización 
no habían salido tan complicados, 
y cubrían sus necesidades con agrado; 
pero Hombre era caprichoso y mimado, 
arrogante y daba sobradas muestras 
de ser bastante necio. 
Hubo un Hombre primigenio mucho menos 
antojadizo,  pero quiso aprender cosas 
y Tierra le dio herramientas, 
todas las que tenía 
-siempre le gustó aquella actitud emprendedora- 
Pero pasados los milenios cambiaron 
las tuercas y el emprendedor se hizo empresario, 
y el empresario en cicatero, 
y todo lo que veía lo hizo suyo 
para su propio beneficio, 
incluidos a otros seres como él. 
Y Hombre inventó el dinero,  la perdición
para el futuro de otros nuevos Hombres, 
y la estafa y la prevaricación. 
Tierra ya no sabía si ella era su casa 
o estaba en casa de Hombre de visita,  y 
angustiada se fue deteriorando. 

¿Qué había pasado?   
¿Qué estaba pasando?

Pero nadie supo decirle el qué. 



Nená de la Torriente