La
llamaban Tierra.
Tenía
una desorganizada
organización
de sí misma.
Su
mayor trabajo era un tal Hombre,
siempre
enredándolo todo.
Un
día talaba los árboles, otro
barría
las zonas de costa y jugaba
a
las casitas o andaba echando
basura
en los océanos.
Los
otros miembros de su
desorganizada
organización
no
habían salido tan complicados,
y
cubrían sus necesidades con agrado;
pero
Hombre era caprichoso y mimado,
arrogante
y daba sobradas muestras
de
ser bastante necio.
Hubo
un Hombre primigenio mucho menos
antojadizo, pero quiso aprender cosas
y
Tierra le dio herramientas,
todas
las que tenía
-siempre
le gustó aquella actitud emprendedora-
Pero
pasados los milenios cambiaron
las
tuercas y el emprendedor se hizo empresario,
y
el empresario en cicatero,
y
todo lo que veía lo hizo suyo
para
su propio beneficio,
incluidos
a otros seres como él.
Y
Hombre inventó el dinero, la perdición
para
el futuro de otros nuevos Hombres,
y
la estafa y la prevaricación.
Tierra
ya no sabía si ella era su casa
o
estaba en casa de Hombre de visita, y
angustiada
se fue deteriorando.
¿Qué
había pasado?
¿Qué
estaba pasando?
Pero
nadie supo decirle el qué.