jueves, 12 de abril de 2012



No sé cómo llamarte 
y entre tanto,  saco punta 
a mis lapiceros, 
y espero paciente 
que un gesto dé con una letra 
que libere al resto. 




Cierro los ojos,  respiro, 
y este dolor en el pecho 
de sobrevivirme es tan grande 
que apenas me queda un hueco 
para seguir hablando de colores, 
aunque sepa que debo hacerlo. 

He sido Feve,  Talgo,  Ave, 
tren de la bruja, 
hasta raíles mordidos de poleo. 
He dormido en la estación 
demasiado tiempo. 
Delante hay un prado, 
un prado que no sé 
hasta donde alcanza 
alguien vendrá a cruzarlo 
y gozará de esa hierba alta 
jugando a enredarse en sus rodillas. 
Y otro alcanzará el sonido del arrollo 
que levemente escucho, 
y saltará de piedra en piedra, 
hasta caerse. 
Y puedo imaginarme todo 
lo que pasará, 
aunque no sepa cómo llamarte, 
porque tú me lo cuentas al oído 
bajito,  bajito siempre. 







Nená

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