
No voy a arrancarte,
ni a segar tu hierba que alta
se levanta por encima del muro.
Rozaré tus puntas cuando no haga viento,
como al niño que jugando
se le despeina.
Conocí a un segador,
que para acabar con las ortigas
y las malas hierbas,
segaba al milímetro el prado,
acababa con la menta, el diente de león,
las cabezuelas,
los tallos verdes y jugosos
los tallos verdes y jugosos
de la hierba fresca.
Uno bastaba para extirpar a todos,
y en ese desequilibrio
encontraba su razón.
Yo concibo que lo malo conviva con lo bueno
si es la única manera de que lo bueno crezca.
Dirás, que así aceptaré cosas inaceptables,
o las ignoraré,
pero seguir buscando fórmulas
para acabar con ellas sin eliminar las buenas,
es el único desequilibrio razonable.
Nená
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