miércoles, 25 de abril de 2012


Esas pequeñas cosas 
que nos vamos perdiendo, 
por las prisas o por el hambre 
de lo que llamamos prioridades, 
que en el fondo debimos postergar, 
son las que nos dejan el sabor  vacío 
en la boca,  limpio de menta y caramelos, 
de ternura,  de niñez, 
de auténticos albores. 
Te dirán ‘no vives en este mundo’, 
y ¿quién lo hace? 
La mayoría malvive: 
El que no tiene,  por la propia carencia, 
el que tiene, por preservarlo. 
Llegados a esta sombra del camino, 
nos damos cuenta del increíle placer 
de sentarse bajo el algarrobo y escuchar 
el sonido de las hojas, 
sin pensar qué debo hacer después, 
ni quién me dijo qué, 
ni a quién amé, 
ni quién me amó. 
Sólo respirar el aire húmedo 
del camino, 
y escuchar el sonido 
de las hojas. 





Nená

2 comentarios:

  1. Ay cuando del algarrobo se cogían sus vainas para alimentar a las caballerías que se las comían como auténticas chuches. Ahora nada de nada. Se están abandonando muchísimas garroferas. Amo cualquier árbol, lloro sus pérdidas intencionadas.

    Besucos, Není.

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  2. En Ibiza hay muchos algarrobos, y todos los años -casi siempre mujeres- recogen las algarrobas. La harina de algarroba es muy apreciada en repostería, en otros muchos usos, no sólo como alimento para animales. Por ejemplo es un buen sustituto del chocolate, y baja una barbaridad las calorías. Con esa harina se pueden hacer un montón de cosas, si la fermentas bebidas alcohólicas, etc. Supongo que por eso las payesas pasan horas y horas en ángulo de 90 grados recogiendo las algarrobas ya negruzcas caídas en el suelo, agitan el árbol, ponen una tela debajo y a llenar sacos. Pero hay muuuuchos campos de algarrobos allí.
    Besucos,

    Není

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