Esas
pequeñas cosas
que
nos vamos perdiendo,
por
las prisas o por el hambre
de
lo que llamamos prioridades,
que
en el fondo debimos postergar,
son
las que nos dejan el sabor vacío
en
la boca, limpio de menta y caramelos,
de
ternura, de niñez,
de
auténticos albores.
Te
dirán ‘no vives en este mundo’,
y
¿quién lo hace?
La
mayoría malvive:
El
que no tiene, por la propia carencia,
el
que tiene, por preservarlo.
Llegados
a esta sombra del camino,
nos
damos cuenta del increíle placer
de
sentarse bajo el algarrobo y escuchar
el
sonido de las hojas,
sin
pensar qué debo hacer después,
ni
quién me dijo qué,
ni
a quién amé,
ni
quién me amó.
Sólo
respirar el aire húmedo
del
camino,
y
escuchar el sonido
de
las hojas.
Nená
Ay cuando del algarrobo se cogían sus vainas para alimentar a las caballerías que se las comían como auténticas chuches. Ahora nada de nada. Se están abandonando muchísimas garroferas. Amo cualquier árbol, lloro sus pérdidas intencionadas.
ResponderEliminarBesucos, Není.
En Ibiza hay muchos algarrobos, y todos los años -casi siempre mujeres- recogen las algarrobas. La harina de algarroba es muy apreciada en repostería, en otros muchos usos, no sólo como alimento para animales. Por ejemplo es un buen sustituto del chocolate, y baja una barbaridad las calorías. Con esa harina se pueden hacer un montón de cosas, si la fermentas bebidas alcohólicas, etc. Supongo que por eso las payesas pasan horas y horas en ángulo de 90 grados recogiendo las algarrobas ya negruzcas caídas en el suelo, agitan el árbol, ponen una tela debajo y a llenar sacos. Pero hay muuuuchos campos de algarrobos allí.
ResponderEliminarBesucos,
Není