Sobre el ala del avión 
me dijiste ‘salta’. 
Yo sólo era un gorrión, 
mis plumas repudiaban 
el vértigo al impacto. 
Me repetiste:
‘Si me quieres, salta’. 
Entonces comprendí
que no debía saltar, 
porque el amor era 
una enorme boñiga de vaca 
con pico de ave.
Tú un bello halcón 
y yo un tonto gorrión, 
que entendió que el amor  
no existía, 
sólo la vanidad  
del que gana.
Nená

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