Silbar desde el rellano
para lanzarnos al vacío,
como sirgar una barca
que quiere seguir en la ola.
Él nos ata, con sus espolones
lamentables,
nos retuerce,
nos aniquila.
Paraliza un invierno,
para que no nos alivie
la pubescencia de la primavera,
¿y no podemos ponerle cara?
Si el mendrugo de tus manos
todos iríamos a devorar tus dedos.
El dolor es la aspereza del mundo,
la roca en el zapato,
la cojera del vivo.
Debilitarlo con irisaciones
-todos los arco iris del planeta-,
desgastarlo con risas,
aunque sean de trapo,
o con versos y poemas aplacarlo,
es una forma decidida
de ir mandándolo al tablón.
Nená
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