domingo, 1 de junio de 2014

A propósito de...

¿La poesía entiende de costumbres?

De qué animal sin garras, 
de qué lengua sin saliva. 
Todo es provocación,  burla, 
dislocar la palabra, 
desarmar el pulso, 
fragmentar y aniquilar 
lo sentido  
sea patético o conmovedor. 
El verso en su obstinación 
no pide permisos, 
ni la aquiescencia de lo popular, 
ni el pláceme de los leídos 
con sus propios fraudes. 
Los poemas bailan solos, 
panceados con lo real o retraídos, 
esquivos de una ambición de fama. 
De qué luminaria sin brillo, 
de qué ergástula sin carlancas 
para someter al cautivo 
-vejado hasta el infinito 
en su vendida condición- 
De qué piedad sin estremecimiento 
hablan los ‘sobresalientes’ 
citando lo que la rebaja pide. 
Con qué chapuza,  tablón,  detrito 
quieren convertir el íntimo discurso 
que aún nos salva 
¿inventando fieras sin cabeza 
o quinqués que no resguarden la llama? 

Lo absurdo no es poesía. 



Nená de la Torriente