sábado, 7 de junio de 2014

La noche


Más allá de estos dedos 
está el siniestro, 
la pregunta que no debe hacerse 
porque el desgaste la enterró. 
Los ojos en busca y captura, 
los labios entreabiertos. 
Al otro lado el infierno parpadea, 
no se sabe aún reconocido. 
Juguetea distraído con el olor 
de las terrazas, 
con las palabras a medias  
y los ególatras que enjuician. 
La noche es la expresión del día 
en pequeñito, 
un juego de niños con ansias 
de una primavera enfermiza, 
que genera melancolía 
y etílicas palabras. 
El hombre en su coqueteo 
busca amarse a sí mismo, 
gustarse, y para eso anhela unos ojos 
de hembra que sean sus espejos. 
La mujer hace lo mismo. 
Aquel olor a verbena antiguo ya no existe, 
ni las ilusiones pequeñas, 
ni el olor a caramelo caliente. 
Sólo hay cuatro seres perdidos 
que siguen intentando con ternura 
escuchar algún  esperanzador grillo, 
y dos o tres anodinos que pasean solos
hasta la madrugada.  




Nená de la Torriente