Cuando
la vida deje de maltratar
al inocente yo tendré fe.
Fe
en que todo puede ser justo todavía,
que
el hombre aún puede darse cuenta de algo,
abandonar
el plástico
que tiene por corazón arrendado,
que
sigue lavando cada día
como
si fuese un regalo,
que le hace diferente
a
un tronco o a una seta.
Cuando
los hombres dejen de maltratar
al inocente yo tendré fe.
Los
mismos hombres que se creen agraviados,
porque
en su sensibilidad
han contemplado miles de horrores,
son
los manipuladores y los bárbaros
que
harán la brecha en otros inocentes,
como
la siembra más natural de este mundo.
Nená de la Torriente