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martes, 24 de junio de 2014



Así te bebiera, 
cuando la viudez del agua pierda el luto 
nos buscaremos bajo los nenúfares 
hasta despertarlos, 
y en días de sol andaremos presos 
entre las ramas del sauce. 

Miraré tu cuerpo desnudo deslizarse 
e imaginaré el amanecer de nuevo 
allí, entre tus piernas. 

Así te bebiera, 
que no quedara estanque, 
ni afluente más allá, ni océano, 
hasta alborotar la ira verde de los fondos, 

la arboleda crespa que envidiosa nos limita, 
hasta algún sonido que crepita entre las sombras 
y los dulces humedales. 

Así te bebiera 
mi amor con este ansia, 
que en tintes ahogada permaneciera el día 
esperando el alba junto a los sapos, 
y que tu cuerpo y el mío se unieran 

como dos enormes gotas de agua. 




Nená de la Torriente

No quiero perderme 
pero ya camino. 
Se seca la lluvia y el estanque, 
se quema el prado, 
aguarda la chicharra la quema rubia, 
los días pálidos de tanta clara. 
Crece la paja en el ojo 
como en un nido. 
No es que haya andado tanto amor 
es que anduve despacio 
tropezando 
y el sentido del suelo no me dio el relevo. 
Me dicen que leerle me da las armas 
y yo lo niego 
que a mí las letras me muerden hacia dentro 
silenciándose enteras. 
A penas sí miro el cielo y se me construye 
una llanura y una pequeña roca hecha 
de aliento. 
No veo pájaros amor,  no veo pájaros, 
y se me desdibujan los brazos 
con todas sus plumas. 




Nená de la Torriente


Adelfas quietas no murmuréis más. 
Bajo el lago,  la oquedad del burbujeo 
en perfecta y seca circunferencia 
ya no es una adivinanza. 
Como no lo es 
lo que os viste nervudos 
los renuevos largos. 
Siempre imprudente el sapo 
rompe el espejo perfecto 
con su salto, 
y es que en estantes aislados 
vivimos sin asenderarnos, 
salvo que alguno quiera 
peregrinar a otra repisa 
sin atormentar algunos hábitos. 
No, 
adelfas quietas no murmuréis más. 



Nená de la Torriente

jueves, 19 de junio de 2014

Lo que me une a ti

Ve y cierra los ojos. 
En las orillas crecen flores amarillas 
que consumirán las horas en amaneceres, 
tarde se acuesta el sol para ellas 
que guardan su color en ese vestido 
de piezas casi idénticas. 
Ve y busca una loma bien alta. 
Ellas han inventado un camino, 
un lugar íntimo 
donde buscarse a solas y encontrarse a solas, 
sin la cercanía ni la lejanía de las respuestas 
¿Las has ganado en tu afán de conservarlas? 
No les has ofrecido un vaso de agua, 
las colocaste silentes en la memoria 
como quien clavetea los pies de un corredor. 
Llevan tu nombre, 
no podrá con ellas el calor de agosto 
ni su seca devastadora. 
Ve y abre los brazos. 
Descansa. 




Nená de la Torriente

martes, 17 de junio de 2014


En la quieta inquietud dos vientres, 
 sordos y ausentes, 
solos en esa habitación nuestra 
donde de piel a piel un punto exacto, 
confluyendo en la sed de colmarse. 
No hay nada más en el mundo 
que este encuentro perfecto, 
todo lo demás no importa. 
La naturaleza y su ortodoxia conocen más 
que todas las jurisprudencias. 
Un te amo al oído,  un abrazo pelágico, 
ata la razón-raíz que todo lo contiene 
y ya no hay forma de separarlos. 
Lo que fuera carne ahora es viento,
lo que fuera viento ahora es fuego, 
hoja pareja viva de otra hoja, 
  sereno basar de la existencia. 




Nená de la Torriente

lunes, 16 de junio de 2014



Si escribo no es al hombre 
de ésta o aquella frontera, 
de ésta o aquella lengua, 
sino al hombre que duerme 
dentro de sí mismo 
vendido al consumo de los días. 
Le escribo a la mujer que no se mira 
más allá del perfil de los labios, 
que no conoce el amor que se gesta 
diferente al del corazón humano. 
Le escribo a los árboles que en sus raíces 
llevan la historia de todos los árboles 
y al cielo que sabe arder con cada tarde, 
como si fuera papel de seda. 
Si escribo no es al mar de las barcazas 
con sus redes desplegadas 
sino al de las infinitas soledades 
con sus manos abiertas. 
Le escribo al verde-regreso 
de los sueños de la infancia, 
al infinito poder de la fantasía 
no al de los limitados espejismos. 




Nená de la Torriente