A todos los hombres que no conocí,
a todos los niños que no llevé en mi vientre.
A lo que columbro que perdí,
a lo que no sostuve.
Hoy os cedo mi pensamiento.
Que hubo amaneceres que no quise recibir
y peleas a las que no me entregué,
pureza que convertí en laceria.
Terrible oquedad hoy y siempre,
heridas abiertas del mundo.
Pero hoy os anudo
en escala y modo,
me desordeno.
Os oprimo contra mi pecho,
maldigo el tiempo y su urgencia,
el espacio mínimo y su pretexto:
Porque no os tuve,
porque no fuisteis,
y porque no pude amaros nunca.
Nená de la Torriente
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