-Hipo de ‘hip’-
Andante, no es
complejo entender esto,
yo no hago
sentencias, sólo pienso en alto,
si me arrepiento
tacho en bajo, y sigo pensando.
No puedo dejar de maquinar.
Puedo golpearme la
cabeza contra una viga,
pero ¿imaginas las
cosas que contaría?
Tal vez mis
pensamientos enojarían más, o quién sabe, somos
tan extraños…
Si eres timorato,
no sabes, no contestas, estás hecho un lío
vives en un caos,
tendrán una palabra para ti,
si resuelves hacia
un lado, buscarán otra.
¿Qué más da
compañero que escriba en alto lo que esta cabeza
dispersa quiera?
Así al menos se
siente acompañada, humana, parte de un todo
no siempre tan
humano.
¿Con algún verso
te has sentido acompañado?
Si ha sido así ha
valido la pena esta doble taza de té.
Sé de la insana
costumbre de la etiqueta y el rotulador en mano,
creo sinceramente
que se da en las personas que les gusta tenerlo todo
controlado, ¡pues
bien, rotulen!
Aunque a la larga
francamente no creo que les haga bien, al final
de ese pasillo me
da la nariz, que hay un muro de hormigón armado.
También sé de los
puristas, de los del trono con forma de nalgas
¡si ya nadie
quiere tronos, ni pagar cuotas, ni pertenecer a círculos!
-o quizá me
equivoque-
No estoy puesta en
tales asuntos.
Que ellos imaginen
que soy un gato vagabundo y tendremos la mesa puesta.
Siempre dije que
yo era una autora de versos, pero he
comprendido una cosa, que la poesía se vive, es de algún modo no sólo una forma
de expresión artística, sino de vida, y llegado a este punto tengo que
confesarme poeta, sin reparo alguno, y sin dudar un ápice.
He sido poeta
desde siempre y lo seguiré siendo hasta que fallezca,
con o sin versos
que valgan la pena.
El poeta tiene una
forma de mirar determinada, de vivir y de sentir muy suya.
Sí andante, luego
hay otros, que son autores de versos, extraordinarios, con versos sublimes, increíbles,
pero que no han sido bautizados o abducidos, o tocados por la poesía, sólo la
trabajan y la dominan con un éxito francamente admirable, o desgraciadamente
penoso. Esa es la diferencia.
Ahora escribe mi cabeza
y mi corazón, pensando o susurrando en alto, nada más.
Si alguna vez me
arrepiento, lo tacharé en bajo.
Nená de la Torriente