dejé
de ser luciérnaga.
Ya
no pueden
atraparme
las lechuzas y no divierto
a
las parejas en junio.
Por
este encantamiento conozco como
bombea
la sangre si él anda cerca.
Cómo
dejo de pensar y me lanzo a sus brazos,
no
tengo voluntad para no besarle.
Por
este encantamiento, le quiero
regalar
el aroma de las flores
de
los cinco continentes,
¡como
si aún tuviera mis diminutas alas!
Quisiera
sorprenderle con la luz más brillante,
lápiz
que escriba su nombre y el mío.
Es
muy difícil,
mis
amigas no me reconocen con este cuerpo,
y
la única luz que tengo es la de mis pupilas,
pero
sólo se encienden si estoy junto a él.
Nená de la Torriente