He
desnudado un poema.
Aún
me sangran las manos
por
mi torpeza,
en
este desvelo inadecuado
en
este desabrigo inoportuno.
Yo
sólo quería abrazarlo más adentro,
quererlo
con más firmeza, darle
lo
que yo he extrañado en tantos años
de
pobreza,
en
todo este tiempo de aturdimiento.
Pero
míralo ahí arrinconado,
roto su velamen, varado en tierra.
Ya
no es una embarcación.
Todo
por mi impaciencia.
¿Ahora
quién cruzará los océanos?
¿Quién
llevará de orilla a orilla todo
ese
amor que puso en sus letras?
Nená de la Torriente